FRANCISCO DE GOYA


FRANCISCO DE GOYA

Francisco de Goya y Lucientes nació el 30 de marzo de 1746 en Fuentedetodos, un pueblecito de la provincia de Zaragoza. Se formó en el taller de José Luzán y posteriormente viajó a Roma, donde estudió el barroco italiano.

Su boda con Josefa Bayeu en 1773, hermana de los pintores Francisco y Ramón Bayeu, facilitan su instalación en la Corte, donde bajo la dirección de Mengs comienza a pintar cartones para la Reali Fábrica de Tapices. Los cartones fueron los que forjaron a Goya como pintor y los que le introdujeron en los caminos de la libertad formal. Los primeros cartones para tapiz revelan la influencia de Francisco de Bayeu, Tiépolo, Mengs y Velázquez. Representa temas populares, costumbristas, ofreciendo una visión fresca y amable de la vida madrileña, ferias, fiestas, romerías verbenas y juegos como “La pradera de San Isidro” o “La gallina ciega”. A lo largo de los cartones el tema irá adoptando una atención crítica sarcástica como se observa en algunos detalles de “Riña en la ventana nueva”, “El ciego de la guitarra” y “La boda”.

En 1785 se convierte en pintor del rey Carlos III y en 1799 en pintor de cámara del rey Carlos IV. Inicia grandes retratos. “La marquesa de Solama” o “La Duquesa de Alba”, que culminarán en “La Familia de Carlos IV”. Todas estas obras, aunque siempre de compromiso por las exigencias de su clientela, revelan los cambios estilísticos del pintor. Ocupan un papel principal la pincelada suelta y la preocupación por la luz. La luz aparece sobre todo en el tratamiento espacial y en los ropajes. Algunos de estos retratos destacan por la penetración psicológica. No capta simplemente los rasgos físicos, sino que traspasa la apariencia para indagar en los rasgos anímicos y mostrar su antipatía o simpatía por el personaje. “La familia de Carlos IV” representa la familia real. Inspirada en “Las Meninas de Velázquez”, aquí aparece el pintor trabajando. Sorprende el estatismo, las posturas hieráticas de las figuras, que puede considerarse un efecto buscado para concretar la atención en la expresión de los rostros, sacando a la luz la verdadera fisonomía de los personajes.

Sufre una enfermedad que le deja sordo. La sordera le lleva al aislamiento y a la introspección. Deja de contemplar la sociedad como un conjunto de costumbres amables y empieza a considerar el lado negativo, como plasmará en “Los Caprichos”. Son ochenta y cuatro grabados en los que destacan claramente cuatro temas principales: la corrupción de las costumbres (en las que tienen un gran papel la prostitución y el celestinaje), la superstición y la brujería, el anticlericalismo (apoyado en los vicios de los clérigos y en su poder sobre las personas) y la ignorancia. El pintor se sirve de la ambigüedad para dar una visión crítica. Por ejemplo en “Están calientes” se mantiene la incertidumbre entre si se trata de la sopa que comen glotonamente los frailes o de los frailes mismos.

Su intención es generalizar, universalizar. La multitud se convierte en la protagonista de las escenas, y la individualidad desaparece. Critica el mundo en el que vive porque está corrompido. Satiriza los defectos sociales y las supersticiones de las época: “La vieja dama y sus galanes”, “Nadie nos ha visto”, etc...

Goya vivió dos épocas históricas: el Antiguo Régimen, con las monarquías absolutas y los estamentos privilegiados, y el Régimen Liberal, nacido de los principios revolucionarios franceses, con la exaltación de las clases medias y la soberanía popular. La Guerra de la Independencia (1808-1814) intensificó su veta pesimista y crítica. La relación entre el artista y sociedad en Goya será evidente. Lo que ve en la guerra no es la lucha entre dos frentes, sino la violencia y la crueldad, la miseria humana, el aplastamiento del inocente, la desolación y el exterminio. Es enormemente realista en cuanto a los hechos y se sitúa al lado del pueblo que es quien padece los acontecimientos. Las obras célebres de este periodo son el “2 de mayo de 1808”, “Los fusilamientos del tres de mayo de 1808” y la serie de grabados titulados “Los desastres de la guerra”. En “El 2 de mayo de 1808” le interesa la imagen de la multitud. No hay ningún protagonista individual. Los gestos y la expresión de los personajes sirven para dar significado al conjunto. En “Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808”, el pelotón de ejecución formado por soldados franceses son personajes anónimos: solo interesa su función (son una máquina sin alma que solo cumple órdenes: matar). Entre los patriotas ejecutados se encuentran las distintas actitudes ante la muerte, como un hombre que alza los brazos increpando a sus ejecutores, otro que reza arrodillado, otro que llora de terror y la figura en escorzo situada en primer plano es un cadáver. Goya se preocupa por la tipificación, es decir, la presentación de lo universal a través de lo particular o concreto. Esto se hace más patente todavía en “Los desastres de la guerra”, que es una brutal crítica a la crueldad del conflicto armado.

“El Coloso” representa la invasión de las tropas napoleónicas en España. Aquí la línea ha desaparecido. Destaca la intensidad en la utilización del negro y la agresividad de las manchas, que produce una auténtica descomposición de las formas.

Esta obra enlaza con “Las pinturas negras de la Quinta del sordo”, una hacienda que Goya había adquirido en Madrid y que él mismo decoró. Predominan el negro y abandona la representación de lo visible creando un mundo lleno de monstruos. En “Saturno devorando a sus hijos”, no pinta simplemente un tema mitológico, sino que presenta el horror, un mundo poblado por el miedo y la superstición.

La vuelta de Fernando VII y la instauración del absolutismo en el país hacen que Goya se exilie a Burdeos. Sus últimos años los pasó ahí, donde falleció en 1828. Su última obra es “La lechera de Burdeos”.

Se le ha considerado como el primer pintor moderno, ya que muchos de los movimientos pictóricos posteriores beberán de su obra, como el Impresionismo y el Expresionismo.

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