EL MINIMALISMO EN
ESCULTURA
El
movimiento minimalista transformó en los sesenta la concepción de
la relación de la obra de arte con el espacio propuesta por la
escultura de la vanguardia clásica. Se producen cambios en los
espacios expositivos, en los que predominan paredes blancas desnudas
y grandes salas, dado el gran tamaño de los objetos minimal.
1-
MINIMALISMO Y ESPACIO
Estos
objetos, o bien estaban realizados para un tipo de espacio
determinado (esquina o pared) o bien intervenían en la percepción
del espacio en que se inscribían. Pueden determinar, además de la
experiencia visual del espacio, su habitabilidad. A veces el espacio
de la exposición llama la atención sobre sí mismo, por su extrema
neutralidad o por el contraste que establece con las obras. Otras
veces es fondo evidente y buscado de las piezas, como ocurre en el
caso de Carl Andre. En otras ocasiones, el espacio forma parte de la
obra y es traído a la conciencia perceptiva por ella. Podemos decir
que toda obra de arte modifica más o menos la percepción del
espacio circundante, pero las minimal lo hacen intencionadamente como
parte de su contenido. La conexión entre obra y espacio es
propiciada por el tamaño a la colocación del objeto. En definitiva,
el espacio es en el minimalismo, el lugar en el que se produce el
encuentro entre sujeto y objeto y la experiencia de la obra.
2-
LAS FORMAS MINIMALISTAS
La
mayoría de las obras minimal son poliedros regulares, aislados o en
serie, de apariencia pobre o industrial, colores brillantes o
apagados, materiales opacos o transparentes, o incluso construidas
con ladrillos, neones o contrachapados. En definitiva, se trata de
objetos geométricos simples elaborados con toda clase de materiales
que carecen de la llamada “verdad material” y de la neutralidad
de los medios artísticos subordinados a los procesos creativos del
artista. No poseen una forma significante que los separe del resto de
objetos del mundo y los convierta en artísticos. Podríamos decir
que la única propiedad pertinente a la hora de hablar de los objetos
minimalistas es la objetualidad: la experiencia de una obra de arte
es la de un objeto físico y su tamaño, forma y orientación en el
espacio. El objetualismo minimal se manifiesta como afirmación de la
escultura y de los materiales, propiedades y procedimientos que le
son propios y como antipictorialismo o anti-ilusionismo.
Tanto
la escultura minimalista como la vanguardista tienen en común su
reivindicación de las convenciones de la escultura, pero difieren en
el mayor e indirecto protagonismo dado al espectador en las obras
minimal debido a su objetividad; en la incidencia de la unidad de la
experiencia receptiva en las obras seriales, en la incidencia en la
objetualidad por las acciones que la obra en la suya (apoyar,
contener, poner al lado) y en la mayor conciencia del espectador
respecto a su lugar como perceptor: se requiere de él una actitud
distinta.
A
diferencia de la pintura o la escultura abstracta contemporánea, los
objetos que se clasifican dentro del minimalismo pueden ocupar
cualquier lugar y su ubicación contribuye a su contenido, lo que
erosiona en parte la autonomía de la obra de arte.
El
minimalismo influyó en el primer land art de Robert Smithson, Walter
de María y Robert Morris y también en el primer arte público y
site-specific de Richard Serra.
3- AUTORES Y
OBRAS FUNDAMENTALES
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Tony Smith. Die, 1962. Se trata de un cubo de acero negro y opaco, mudo y estático, que transmite inescrutabilidad y misterio. Su título, que significa a la vez dado y muerto, evoca la regularidad del primero y el silencio de lo segundo: la experiencia del objeto como tal no implica ausencia de representación. Color, material, tamaño y forma aluden a ese contenido en concreto: al ofrecernos un cubo impenetrable, frío y oscuro, Smith nos invita a considerar el carácter extraño de las cosas, también de las cotidianas, y nos muestra una visión de la muerte. La simplicidad de las formas no equivale a la simplicidad de la experiencia: si el artista no comunicase nada personal a través de la obra, tampoco contribuiría a su significado y se perjudicaría la primordial objetualidad.
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Robert Morris. L-Bearns, 1965. Consta de tres vigas en forma de L aparentemente iguales. Su distinta colocación hace que tengamos imágenes distintas de cada viga desde un punto de vista único. La experiencia de la obra minimal exige percibir la diferencia que provoca la perspectiva y la igualdad de la forma.
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Robert Morris. Cubos aplastados, 1965. La buena forma se hace presente en el alejamiento de ella: percibimos la forma real de los objetos y somos conscientes de su desviación respecto al cubo regular. Se pone de relieve la relación corporal del espectador con el espacio y el carácter envolvente de este. Toda la obra de Morris está guiada por la idea de acción, del movimiento intencional humano sobre los objetos y la producción de significado.
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Para Donald Judd, el objeto y no sus cualidades formales conforman el contenido de la experiencia estética, que consiste fundamentalmente en la percepción global de aquel. El objeto, como obra de arte, no ocupa un lugar neutro sino un lugar percibido por un sujeto y amueblado por objetos que, junto a él, determinan la experiencia. Judd subrayó la indivisibilidad del objeto y sus cualidades, sin que éstas tengan que ser mínimas o neutras, y afirmó la objetualidad del arte haciendo difícil separar las propiedades del soporte y sus cualidades. Dio importancia al color, el brillo o la textura y concibió el espacio como un material más de la escultura, del que quiso hacer consciente al espectador. Construyó su obra con materiales que llamó “específicos”, como aluminio, cuero o plexiglás, no identificables a priori con lo artístico y que permitían la total integración de color, materia y textura. Utilizó formas sencillas que posibilitaban la rápida identificación del contorno del objeto y la forma de la obra. La pared no forma parte de sus trabajos ni es su fondo, sino que sirve a la obra como soporte y señala un espacio. Se elimina el ilusionismo: las cualidades que se perciben no engañan sobre las reales. Las obras de Judd se perciben con una sola mirada, en ese sentido y solo en ese son más pictóricas que las de sus compañeros minimalistas. No predominan unos elementos sobre otros: la experiencia es lo que da unidad a la obra, no la articulación de elementos dentro de ella. Al contrario que en las obras de Morris, el espectador de Judd no se hace consciente de su presencia corporal en el mismo espacio de la obra y permanece como puro observador.