LA ARQUITECTURA EN ITALIA Y FRANCIA. LAS PLANTAS ALABEADAS DE BERNINI Y BORROMINI. EL PALACIO CLASICISTA FRANCÉS: VERSALLES.

LA ARQUITECTURA EN ITALIA Y FRANCIA. LAS PLANTAS ALABEADAS DE BERNINI Y BORROMINI. EL PALACIO CLASICISTA FRANCÉS: VERSALLES.

1- CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO 

El término barroco (“perla irregular y rara” en castellano y portugués) fue utilizado por los neoclásicos para referirse peyorativamente al arte desarrollado en Europa y América Latina desde finales del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XVIII.

Durante el siglo XVII en Europa se producen enfrentamientos por tener la hegemonía tras la decadencia de España. Hay una gran afirmación de las nacionalidades y se produce la consolidación del poder absoluto de los monarcas (Monarquías absolutas, especialmente la del rey borbón Luis XIV de Francia, el conocido como Rey Sol), frente a las fórmulas parlamentarias de Holanda y Gran Bretaña. Comienza la lucha por el dominio comercial del mundo, y se produce la Guerra de los “Treinta Años”, fruto de las tensiones religiosas entre católicos y protestantes.

El Barroco nace en Europa regida por dos entidades:

El Papado, que intenta retomar las riendas del poder tras la escisión producida por la Reforma protestante (Contrarreforma Católica).

Las Monarquías Absolutas de Francia (Luis XIV) y España (últimos reyes de la casa de Los Austrias y primeros borbones), que quieren dejar patente el poder y la gloria de sus reinados.

El Barroco nace como instrumento artístico de una Iglesia Católica que, para combatir la difusión del protestantismo, esgrime la doctrina de la Contrarreforma, surgida del Concilio de Trento. Por su parte, las monarquías absolutas también se sirven del arte Barroco para representar un gigantesco espectáculo de poder y de gloria. El arte desempeña, pues, la doble función de impresionar y de transmitir contenidos ideológicos.

El Barroco llama a los sentidos del espectador y quiere fascinarlo. El Renacimiento era equilibrio, sobriedad, racionalismo, lógica, contención, serenidad. El Barroco es movimiento, ansia, novedad, búsqueda del contraste, de lo teatral y de lo fastuoso.

2- PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DE LA ARQUITECTURA BARROCA

El edificio barroco se plantea como un bloque único que se plantea como un todo:

Plantas elípticas, ovales o de gran complejidad geométrica.
Líneas CURVAS y superficies onduladas (paredes, entablamentos y fachadas...) con vocación de MOVIMIENTO.
Orden ondulante y orden gigante, que se suman a los cinco órdenes de la arquitectura tradicional (enriquecidos y complicados en exuberancia y fantasía).
Volutas y aletas (contrafuertes en formas de volutas)
Arcos ovales y mixtilíneos (combinación de partes rectas y curvas).
Bóvedas de cañón.
Decoración arquitectónica menuda y tupida, que contribuye al movimiento.
Dramatización de la atmósfera gracias al estudio de la iluminación: violentos claroscuros, contrastes entre pronunciados salientes y entrantes bruscos, etc. La luz guía la mirada en una dirección determinada.
Obsesiva búsqueda del efecto que no pone reparos en crear engaños ópticos: si no hay mármol se convierte en mármol la madera; si no hay oro, se dora el yeso. Los espejos de las galerías alternan y hacen irreconocibles las perspectivas; los techos planos se convierten en bóvedas gracias a los frescos; el reflejo del agua modifica el exterior.

3- LA TIPOLOGÍA ARQUITECTÓNICA Y URBANÍSTICA EN EL BARROCO

IGLESIAS: representan el poder eclesiástico. El arquetipo de iglesia de la Contrarreforma es “Il Gesú” (ficha 85 del libro de texto) de Vignola: nave única, cubierta por bóveda de cañón; transepto no sobresaliente con cúpula en el crucero y capillas laterales. En el exterior, fachada integrada en su contexto.

PALACIOS. Representan el poder real.

PLAZAS Y AVENIDAS. Articulan la ciudad. Las plazas, presididas por edificios simbólicos o fuentes, son el origen de las avenidas. Los jardines de los palacios, especialmente los franceses, articulan el recinto.

FUENTES MONUMENTALES. Integran arquitectura, escultura y agua.


4- BERNINI

(Nápoles, 1598- Roma, 1680). Pintor, escultor y arquitecto italiano. La larga vida de Bernini fue casi una sucesión continua de éxitos, en el transcurso de la cual el napolitano llegó a imponer una auténtica dictadura artística en la Roma de buena parte del siglo XVII, la ciudad que se había convertido en el centro indiscutible de la vanguardia artística contemporánea. Creador polifacético, Bernini destacó, ante todo, por sus obras de escultura y arquitectónicas. Favorito de casi todos los Papas, también creó para ellos y para la nobleza romana, grandes montajes escenográficos, y llegó a componer él mismo el texto y la música para algunos de ellos.

Trabajó abundantemente para los grandes mecenas de la Roma barroca, como para el Papa Urbano VIII y la familia Barberini.

La arquitectura de Bernini conserva una importante raíz clasicista-renacentista (clara distribución de las masas), aunque está enriquecida con un sentido de la ornamentación puramente barroco. Igualmente barrocos son la grandeza y monumentalidad de sus proyectos que suelen recurrir al uso de órdenes colosales, el gusto por la línea curva, el diseño teatral de sus obras, la rica ornamentación polícroma de sus interiores y la síntesis que realiza entre las distintas artes con una finalidad ilusionista.

El “Baldaquino de San Pedro del Vaticano” es una de sus primeras obras arquitectónicas. Realizado entre 1624 y 1633, fue la primera obra de Bernini tras ser nombrado maestro de obras por Urbano VIII. El Baldaquino es una estructura arquitectónica situada en el crucero de la Basílica de San Pedro, bajo la cúpula de Miguel Ángel y sobre la tumba de San Pedro. En la obra, Bernini conjuga magistralmente arquitectura, escultura, pintura y decoración. Supone un colosal altar de bronce compuesto por enormes columnas salomónicas (fuste con forma de espiral) de capitel compuesto.

Bernini también construyó la plaza de San Pedro del Vaticano entre 1565 y 1667. Ésta constituye una gran elipse rodeada por una columnata cuádruple que se une a la Iglesia con dos alas inclinadas. Simboliza los brazos de la Iglesia Católica, que acoge y abraza amorosamente a sus fieles. Aquí se manifiesta el carácter teatral y escenográfico de la arquitectura barroca al servicio de la Contrarreforma. Además la plaza conecta a la Basílica con una de las grandes avenidas de Roma, acentuando este efecto.
La Iglesia de San Andrés del Quirinal en Roma (1658-1670) fue una de sus creaciones más relevantes. En su fachada utilizó un pórtico de columnas coronado por un frontón, adosados a muros curvos y cóncavos, buscando efectos de juego lineal y de claroscuro. El interior de la Iglesia se inspira en el Panteón de Roma. Posee una planta ovalada que está rematada en el centro por un templete con columnas en el altar, rematado por la ascensión de San Andrés sobre un frontón partido. En el interior se cubre con una cúpula elíptica. El espacio se articula con mármoles ricos y polícromos, de gran decorativismo, así como mediante zonas de luz y de sombra, pues las capillas se expanden en claroscuros. La iluminación procede de la linterna de la cúpula, que concede luz de modo teatral a la capilla mayor y a la escultura de San Andrés.

Bernini creó la fachada del importante Palacio Barberini de Roma. En la fachada se superponen los tres órdenes, con arcadas y galerías provistas de ventanas, y que posee un solemne pórtico en la planta baja. Además de edificar, Bernini trabajó para la ciudad de Roma, en la que fundió el espacio natural y el espacio urbano al llevar el agua a la ciudad por medio de las fuentes, que contribuyeron a la articulación y decoración de la urbe, como “La Fuente de los Cuatro Ríos” en la Plaza Navona (1648-51). Creó obras de gran valor escenográfico y perspectivo como la escalera regia del Vaticano.

5- FRANCESCO BORROMINI (1599-1667)

Francesco Borromini fue un arquitecto romano de gran talento e imaginación. Antagonista y rival personal de Bernini, trabajó sobre todo para órdenes religiosas modestas. La arquitectura de Borromoni trasgrede en mayor modo que la de Bernini las normas del clasicismo renacentista.

Sus iglesias, generalmente pertenecientes a órdenes religiosas o de escasos recursos económicos y de modesto tamaño, están repletas de fantasía, expresividad y dramatismo. Borromini dotó a sus construcciones de un intenso movimiento, conseguido con la ondulación de muros y entablamentos, que creaban ritmos cóncavos-convexos basados en el efecto de la curva-contracurva. De igual modo, también recurrió a plantas complejas y dinámicas que combinaban diversas formas geométricas. El decorativismo y la trasgresión de las reglas clásicas fueron constantes en su obra, sobre todo gracias a la creación de nuevas proporciones y a un uso brillante de la perspectiva, que proporcionaba la ilusión de unas mayores dimensiones de sus edificios respecto a lo que en realidad medían. El carácter rupturista de Borromini respecto al Clasicismo se aprecia en su recuperación de algunos elementos de origen medieval como las bóvedas de crucería, los arcos mixtilíneos e incluso formas similares a los pináculos.

Entre sus obras hay que mencionar la “Iglesia de San Carlo de las Cuatro Fuentes” en Roma, entre 1634 y 1667. La iglesia presenta una planta ovalada con curvaturas convexas en sus cuatro esquinas. El entablamento  contornea la Iglesia siguiendo todas sus formas. La cúpula ovalada, de contorno curvilíneo, con pechinas, está decorada en el interior a modo de artesonado con motivos geométricos en relieve. La fachada es puro dinamismo y movimiento ondulante con tramos convexos y cóncavos. Está articulada mediante la combinación de un orden pequeño y otro gigante. En la cima, se encuentran unos elementos llameantes que sustituyen el frontón, y un medallón ovalado sostenido por ángeles.

Otra de sus obras relevantes fue Sant' Ivo della Sapienza entre 1642 y 1660. Su planta tiene forma de estrella mixtilínea a base de un hexágono rodeado de seis lóbulos, en la que se alternan líneas rectas con líneas cóncavas y convexas. La cúpula en el exterior está envuelta en un tambor lobulado con pilastras, arcos, iluminaciones y claroscuros, sobre el que emerge un casquete y una alta linterna de ritmo rotatorio y en espiral. Su fachada describe una curva cóncava dividida en dos pisos con arcos de medio punto flanqueados por pilastras y rematada por un ático con decoraciones ovaladas.
Otras de sus obras importantes fueron la monumental fachada de Santa Aguese en Roma en la Plaza Navona y el colegio de Propaganda Fide.

6- EL PALACIO CLASICISTA FRANCÉS: VERSALLES

La monarquía francesa fundó las Academias, centro de enseñanza artística que marcaron las directrices del arte oficial francés. El arte se orientó por completo hacia el clasicismo. Frente a las líneas curvas y superficiales recargadas de decoración características del Barroco europeo, Francia se concentró en un estilo monumental donde dominaban las líneas rectas, horizontales y verticales. Todas las obras de este periodo parecen estar inspiradas en la estabilidad e inmutabilidad, las virtudes que el Estado francés deseaba destacar.

El Palacio de Versalles es el mejor ejemplo de la arquitectura barroca francesa. También destacan las obras de los arquitectos Mansart, Lemercier, Hardouin-Mansart y Perrault.

El Palacio de Versalles se concibió como una gran ciudad cortesana. Podía albergar a 20.000 personas. Combinaba dos funciones: residencia real y sede de gobierno. Además, cumplía una función propagandística: las dimensiones inmensas y la suntuosidad del interior mostraban el poder de los reyes.

Se encuentra situado a las afueras de París, y fue construido en la segunda mitad del siglo XVII por los arquitectos Louis  Le Vau y Jules Hardouin-Mansart. La construcción se realizó en tres etapas. Le Vau se encargó de las dos primeras entre 1661 y 1678. Con posterioridad, Hardouin-Mansart puso fin a la tercera ampliación con la edificación de dos alas laterales.

El palacio en su conjunto sobrepasa los 500 metros de longitud y tiene dos fachadas: la principal, abierta a la ciudad, y la posterior, que da paso a los jardines. En la fachada principal se combinan hábilmente entrantes y salientes y se divide en tres nieles: un basamento, un cuerpo de columnas de orden jónico, que enmarca grandes ventanales, y un ático. Las distintas dependencias se estructuran de acuerdo con el recorrido diario del rey, y algunas de ellas no eran accesibles a los cortesanos, dependiendo de su condición en la compleja jerarquía palaciega. Dos estancias destacan sobre las demás: la capilla real ( construida por Hardouin-Mansart como capilla palatina rematada por una cabecera semicircular) y la galería de los Espejos, que era una sala de fiestas ricamente decorada por el pintor y decorador Charles Le Brun. En las paredes se colocaron espejos para crear un espacio ilusorio, pues los espejos parecían aumentar el espacio de la sala. 

Como complemento al conjunto de edificios, André Le Nôtre diseñó los fastuosos jardines. Estos son un excepcional decorado en el que podemos encontrar fuentes, cascadas estatuas, cuevas y abundante vegetación.