EL QUATTROCENTO ITALIANO. LA PINTURA: FRA ANGÉLICO, MASACCIO, PIERO DELLA FRANCESCA Y BOTTICELLI.

EL QUATTROCENTO ITALIANO. LA PINTURA: FRA ANGÉLICO, MASACCIO, PIERO DELLA FRANCESCA Y BOTTICELLI.

La pintura italiana del siglo XV se mueve en dos tendencias:
  • Los artistas interesados por la línea: Fra Angelico y Sandro Botticelli.

  • Los preocupados por el volumen: Masaccio y Piero della Francesca.

1- FRA ANGELICO (Florencia, hacia 1400; Roma. 1455).

Fra Angelico o Beato Angélico es un fraile dominico cuya obra pictórica estaba ungida por la inspiración divina. En 1417 ya era pintor, y su verdadero nombre era Guido di Piero. En 1418 entra en la Orden de los Predicadores, destacando como iluminador de manuscritos. El preciosismo de esta técnica dominará sus futuras pinturas sobre tabla y frescos murales.

La pintura de Fra Angelico constituye un ejemplo de la permanencia de los planteamientos góticos preexistentes en el contexto de la renovación clásica. Por eso a veces, es considerado como un “maestro de transición”. Permite estudiar el intimismo religioso y avances técnicos como la perspectiva lineal, el sentido del dibujo y el color en la pintura renacentista.

Las principales características de su pintura son:

Trayectoria de artista conservador pero sensible a los aspectos del nuevo lenguaje. Por las nuevas formas se inclina al final de su carrera, cuando ya era un lenguaje común.
Profunda y sincera religiosidad. “Humanismo religioso”. Intentó que cada obra fuera espejo de la belleza ideal que subyace en los hombres y en las cosas, de una belleza que no procura la temporalidad sino la trascendencia. Mostrar la belleza de lo bueno, lo agradable, más que acercarse a la realidad con la razón.
No hay que olvidar que trabaja sobre todo encargos de carácter religioso. De ahí si conservadurismo pictórico patrocinado por la Iglesia y la aristocracia toscana.

Estas son sus obras más importantes:
  • LA ANUNCIACIÓN DEL MUSEO DEL PRADO. 1430-1432.

Está realizada al temple. Fue realizada para la Iglesia de Santo Domingo de Fièsole. En ellas se emplea la dualidad de soluciones propia de Fra Angelico. Si en la invención arquitectónica del pórtico donde transcurre la escena se plasma la nueva arquitectura, en el detallismo del paisaje o en el empleo del color es evidente la deuda con la pintura gótica del gótico internacional. Fra Angelico utiliza una luz serena, llena de claridad, difusa. Los colores son tonos planos apenas matizados.

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  • LOS FRESCOS DEL CONVENTO DE SAN MARCOS DE FLORENCIA.

Pinta 50 frescos para la sala capitular, el claustro y las celdas. El arte del pintor se hace intimista, despojado de toda superficialidad. Hay pureza en la representación. Vitalidad espacial con la representación de un sacro jardín. Entre ellos también pinta una Anunciación.

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  • FRESCOS DE LA CAPILLA DE NICOLÁS V EN EL VATICANO. Entre 1447-1450.

Responden a otra concepción. Manifiestan el poder alcanzado por la Iglesia, por lo que representa gran majestuosidad. Es la obra más rotundamente clasicista y, por ende, renacentista. Crea grandiosos ambientes arquitectónicos como marco para los grupos humanos.

Para concluir podemos afirmar que su obra, especialmente su proceso de simplificación formal, los amplios ritmos de color y luz, así como la pureza de volúmenes, influirán en el joven pintor Piero della Francesca.

2- MASACCIO (1401-1428)

Tommaso di Giovanni, apoderado Masaccio, es muy distinto a Fra Angelico, e impresiona por su precocidad. Murió con apenas 27 años, pero pese a su corta carrera, es el fundador de la pintura moderna. Técnicamente es el primer artista que construye con el color, preocupándose del volumen y los efectos tridimensionales. No hacía ninguna concesión a la dulzura decorativa medieval.

Sus primeras obras son principalmente retablos. En ellas desaparecen los fondos dorados, aparece una volumetría construida por la luz y el color (no por la línea), y repara los valores de monumentalidad, ordenación compositiva y expresividad psicológica. Las figuras de Masaccio, macizas y contundentes, son ajenas al gesto grácil del gótico. Ocupan un espacio verdadero, histórico, acorde a las leyes de la perspectiva lineal y a las del contraste del color. En sus obras resultan evidentes los préstamos tomados de la escultura antigua. Sin embargo la novedad de su lenguaje es la elaboración de un nuevo sistema de representación, la perspectiva, en el que estos modelos eran sólo uno de sus componentes. En las más conocidas, hechas en plena madurez creativa, Masaccio simultanea los elementos arquitectónicos, con las soluciones específicas de la pintura. Realiza variaciones del color, predominando los cálidos en un primer plano y los fríos en la lejanía del paisaje. También es común un progresivo desenfoque e imprecisión de los contornos paralelo a la disminución de la escala de las figuras, utilización de escorzos para reforzar la idea de profundidad, tratar la luz para modelar y realzar los volúmenes, de una monumentalidad y solemnidad clásica. Logra una total integración entre figuras y paisaje, entendidas ambas realidades en una unidad de perspectiva.

Sus principales obras fueron:
  • FRESCOS DE LA CAPILLA BRANCACCI

En lo florentina iglesia de Carmine. Son ya una obra maestra. Felice Brancacci es un acaudalado comerciante de sedas que desea decorar su última morada con un ciclo iconográfico dedicado a San Pedro, patrón de los marineros y comerciantes del mar. La composición se ordena en doce espacios pintados al fresco, a la manera de cuadros trasladados al muro, enmarcados por pilares clásicos con capiteles corintios pintados. La historia más famosa será “El tributo de la Moneda”.

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  • FRESCO DE “LA TRINIDAD”. IGLESIA DE SANTA MARÍA NOVELLA, FLORENCIA.

En él manifiesta su perfecto conocimiento de la “perspectiva artificialis” de Brunelleschi. Paradigma de la configuración del nuevo lenguaje pictórico del Renacimiento. Es el primer documento conservado de la perspectiva matemática aplicada a la pintura. En uno de los muros laterales parecía abrirse una capilla como si fuera un nicho que penetraba en la pared. En su interior aparecía Cristo Crucificado acompañado de San Juan y la Virgen. Arrodillados a ambos lados, ya en el exterior de la ilusoria capilla, aparecen los donantes encima de un pedestal y debajo, una falsa mesa de altar con un esqueleto y la tétrica impresión “Yo fui antaño lo que sois vosotros, y lo que soy ahora lo seréis mañana”. Es el triunfo de la muerte frente al triunfo sobre la muerte que representa la tumba humanista.

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Por primera vez en Florencia, se ve producido con tanta fidelidad la representación de un espacio arquitectónico engañando al ojo. Masaccio nos muestra una bóveda de cañón con casetones. La arquitectura se inspira en los modelos clásicos y, por supuesto en la perspectiva de Brunelleschi, quien parece que le asesoró. Representa un espacio conmensurable y real, y no el espacio simbólico, sagrado y trascendente del gótico.

3- PIERO DELLA FRANCESCA (1420-1492)

Su pintura tuvo muy poca resonancia hasta el siglo XX. Solo el gusto estético del siglo XX, amante de la geometría y de la abstracción, rescató del olvido sus obras, consideradas por sus contemporáneos como “fuera de toda realidad”. Sin embargo lo convirtieron en precursor de Cézanne y se anticipó a los cubistas.

Era natural de la región de Umbría, aunque se educa en Florencia.

Las principales características de su pintura serán:

Modelar al hombre, a los objetos y al paisaje mediante la fusión de la luz y color, si bien se inicia en un absoluto dominio del dibujo. Los contornos de los cuerpos son nítidos, contundentes.
Reproducir la naturaleza a formas geométricas. La estructura perfecta se reduce a cuerpos simples: un óvalo para la cabeza, un círculo para el cuello, un volumen regular para vestimentas y tocados.
Debido a este geometrismo, el orden es el principio compositivo que lo domina todo. Las figuras aparecen dispuestas en un primer plano, como un gran friso, procurando señalar con algún motivo singular el centro de la imagen, y distinguiendo con claridad las escenas de un lado y de otro. También introduce escenas en un segundo o tercer plano que representan momentos temporalmente distintos de la historia narrada.
Utilización de la perspectiva con un rigor matemático.
Su pintura tiene un carácter absolutamente impersonal, al prescindir de la expresión de los sentimientos y emociones personales, tanto de los protagonistas de sus pinturas, como los que el artista podía haber proyectado sobre las imágenes. Piero es creador de un mundo propio, sin ningún afán narrativo. Por eso sus tablas y frescos poseen siempre ese aspecto de profundo e insondable silencio, de magia, y solemne quietud.

Al lado del pintor sacro, Piero es también el retratista de príncipes y tiranos del Quattrocento. En Rímini retrata a Segismundo Malatesta, y en Urbino a los duques de Montefeltro y Battista Sforza. En Urbino estará su patria adoptiva. Aquí da cima a sus escritos sobre la perspectiva, y aquí entra en  contacto con la pintura y los pintores flamencos, cuya técnica en las veladuras al óleo copiará a su “Virgen de Senigallia” y en todas las obras pintadas durante la década de los setenta, incluida la famosísima “Pala Brera” de Milán. “La Virgen de Senigallia” (1470) es un ejemplo de la seducción del pintor por la pintura de los Países Bajos y uno de los primeros testimonios de la Virgen representada en el interior de un edificio. El preciosismo de las joyas, las veladuras, la luz filtrada por la ventana, revelan el conocimiento de la técnica flamenca. En cambio, los rostros impasibles y la construcción de figuras robustas de aspecto geométrico son fórmulas tradicionales de su estilo.

“La Virgen con el Niño, Santos y Federico de Montefeltro” es otra obra cumbre del artista. La potentosa arquitectura prebramantesca se convierte en módulo de proporciones. El huevo colgado de la pechina solo es un símbolo de creación, eje al que se opone el horizontal formado por las cabezas y el oblicuo del cuerpo del Niño que prolonga el gesto orante del Duque. Este, mostrándose como poseedor de la virtud, aparece exaltado en el mismo plano que las demás figuras. Todos ellos son representados en un espacio natural, objetivo y, al mismo tiempo, humanizado.

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4- SANDRO BOTTICELLI. FLORENCIA, 1447-1510.

Su vida y su obra están marcados por Lorenzo de Médicis, “El Magnífico” y el círculo neoplatónico de Pico della Mirandola y Marsilio Ficino. EL NEOPLATONISMO constituye la filosofía de una sociedad en crisis, cuando los valores afirmados por el humanismo a principios de siglo y las aspiraciones políticas, culturales de Florencia se desmoronaban. Con el neoplatonismo, la historia y la naturaleza se trascienden y se busca lo que está más allá del espacio y del tiempo. Lo que importa en LA IDEA. La belleza ya no se concibe como representación de la realidad, sino como imagen alegórica de la idea.

La pintura Botticelli se inserta dentro de lo que se ha denominado “La crisis del sistema plástico del Quattrocento, ya que introduce en su obra factores que desestibilizan el modelo antiguo. Revisa las pautas que habían estado vigente hasta mediados del siglo XV. Algo estaba cambiando. Su dibujo eléctrico, con trazos nerviosos. El movimiento agita todas sus formas. La emotividad, el sentimentalismo de los rostros, sus espacios faltos de perspectiva, son expresión del talante del pintor y también de la melancolía que invade la vida florentina de finales de siglo, cuando se toma conciencia de la inferioridad política y militar de las viejas repúblicas frente a los nuevos Estados nacionales que se están configurando en varias naciones europeas, mientras Italia permanece parcelada. Este pesimismo botticelliano es paralelo al de Maquiavelo en el campo de la teoría política. Por otra parte, sus paisajes primaverales y la glorificación del cuerpo humano desnudo culminan los temas del Quattrocento.

Botticelli se formó en un taller de orfebrería, entrando posteriormente a trabajar con Fra Filippo Lippi, hasta que en 1470 lo encontramos en Florencia como artista independiente. Filippo Lippi era uno de los pintores más importantes de Florencia tras la muerte de Masaccio.

El joven Botticelli sintetiza los avances técnicos del primer Renacimiento con la tradición gótica del estilo internacional, ya que introducía figuras de aspecto gotizante en un espacio natural construido según las leyes de la perspectiva científica. De Filippo Lippi, Botticelli tomó el tratamiento lineal de la figura humana, a la que añadió más vigor y fuerza. También los rostros ovalados con amplias frentes, los traviesos ángeles de cabezas doradas en sus tondos y el gusto por las veladuras, por la riqueza cromática, por la riqueza y fantasía de los trajes y arquitecturas y la obtención de la perspectiva lineal a partir de referencias arquitectónicas.

En los años setenta también empieza su relación con los Médicis, a los que hace numerosos retratos bien integrados en obras generales, bien retratos propiamente dichos, encargados por los propios interesados. Es a partir de aquí cuando el pensamiento neoplatónico llega a nuestro artista.

Estas fueron sus principales obras:

Para la villa de Castello, propiedad de Lorenzo de Pierfrancesco, sobrino de Lorenzo el Magnífico, realiza tres cuadros singulares: “LA PRIMAVERA”. “EL NACIMIENTO DE VENUS” y “PALAS Y EL CENTAURO”. En ellos Botticelli alcanza su madurez, caracterizado por la delicadeza y elegancia de figuras, la transparencia de las luces, sin apenas sombras, la suavidad del modelado y los sutiles ritmos conseguidos con manos, cuerpos y velos.
  • LA PRIMAVERA. Aproximadamente 1482.

Intenta expresar algún significado filosófico relacionado con las discusiones y teorías neoplatónicas de Ficino. Las figuras representadas se identifican con Venus en el centro (como Humanitas). A su derecha las tres gracias (Castitas, Voluptas y Pulcritud) danzan mientras el ciego Cupido se dispone a lanzar su flecha, y Mercurio aparta unas nubes que pueden amenazar al soleado escenario. A la izquierda Céfiro, el viento de inicios de marzo, pretende alcanzar a la ninfa Cloris, que huye y se transforma en Flora, gracias a la primavera.


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  • EL NACIMIENTO DE VENUS (1484-1486)

Venus nace de los testículos de Urano que cayeron sobre la espuma del mar cuando fue castrado por Saturno. Botticelli omite este episodio y se centra en la imagen amable del momento justamente posterior al nacimiento de la Diosa, cuando es arrastrada a la orilla por los vientos y las flores que arrojan los Céfiros.
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  • PALAS Y EL CENTAURO (1482-1483)

Esta obra puede considerarse una invención alegórica más que una representación de una fábula ya existente. Decoraba la misma habitación que “La Primavera”. 

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A partir de la década de 1490, la crisis económica de la burguesía florentina, los disturbios internos en la ciudad de Florencia, y las predicaciones del monje Savonarola en contra de los excesos del amor a la naturaleza, la secularización del arte y de la cultura, y que aboga por una vuelta al amor de Dios de una manera íntima del sentimiento religioso, hacen mella en Botticelli, cuyas obras reflejan claramente el resquebrajamiento de los ideales del Quattrocentto florentino.